Me muevo en la reflexión entre escena y espectador,
con unas imágenes de tendencia barroca y teatral, con
las que pretendo inquietar al espectador. Para El
Observatorio, dejo de lado las cuestiones relativas a la
tensión del espectador para centrarme en la obra en sí
y mostrar esa sensación trasladada a la imagen en su
aspecto más formal, una serie de cuerpos en tensión,
extraídos de la patología femenina por antonomasia
del siglo XIX, la histeria. Como si formasen parte de un
storyboard de un vademécum.