Antiguamente, en las casas de la huerta, las mozas tenían la
costumbre de hacerse un retrato, a veces retocado y
coloreado, que presidía desde el aparador, la vivienda y
vigilaba silencioso las entradas y salidas de cada uno de los
visitantes.
Eran las mozas casaderas, “Las buenas Mozas”, mujeres
apuestas, de buena presencia o bien parecidas.
Para siempre buenas mozas en ese retrato inolvidable y
parado en el tiempo.